Los goleros magros tan a la moda
se tragan las pelotas, que confunden
con masitas en medio de una boda
y con espadas flácidas los hunden
en ese moco de los goles pavos
que en la vida se tragaría Santullo,
un cancerbero con arma de clavos,
en las manos cola, además del culo
con que suelen contar los superhéroes
al filo de la muerte en la viñeta.
La pelota es el mundo y al cero
lo protege el poli cuando evita
orificios de entrada en su meta
mientras le da al asado y a las fritas.
Nota: con este soneto, pago la deuda que yo mismo había generado con el bueno de Santullo cuando publicara una serie de monolitos dedicados a los Catadores.