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Ya se explayó Lope en definiciones
con verbos que describen al amor,
proliferan sobre el tema las canciones
entonadas con dolor o con candor.
Las épocas, naciones y religiones
lo restringen, lo amplían, lo desprecian,
lo reglamentan, le ponen condiciones
y, en casos raros, lo alientan y lo aprecian.
Fiel a tales misterios gozosos,
me inclino por un apunte arquitectónico:
se requieren ambientes espaciosos
aptos para las volutas del fado,
banderas blancas para rendirse tectónicos
y un rincón para abrazarse embelesados.
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Tus ojos, tu piel, tu pelo, tus caderas,
lo que nuestra danza desencadena,
tu inteligencia, tu ternura, tus maneras,
las manos que preparan nuestra cena,
el primer día y la primera noche,
los que ya vamos y los que se vienen,
las palabras dulces si vamos en coche,
los reproches, las risas, los sutienes,
la flor más clarita de tu vientre,
el tiempo relevado, los enojos,
las puertas amplias para que entren
bandadas de futuros florecidos,
río como mar en que me mojo,
madre tierra, mapa de mis latidos.